El lector que abre este libro seguramente se sentirá deconcertado. Tal vez no tanto porque observa uno de sus ídolos desnudado, sino más bien porque el tipo de lenguaje que aquí se utiliza intenta quebrar la falsa solemnidad con que la ciencia por lo general encierra su proprio quehacer. Para acceder al conocimiento, que es una forma del poder, no podemos seguir suscribiendo con la vista y la lengua vendadas, los rituales de inciaión con que las sacerdotisas de la "espiritualidad" protegen y legitimizan sus derechos, exclusivos, a pensar y opinar. De esta manera, aun cuando se trata de denunciar las falacias vigentes, los investigadores tienden a reproducir en su proprio lenguaje la misma dominación que ellos desean destruir. Eso a la locura de las palabras, al futuro como imaginación, al contacto permanente con el lector, este temor a hacer el ridículo y perder su "prestigio" al aparecer desnudo frente a sua particular reducto público, traduce su aversión a la vida definitiva, a la realidad total.